miércoles, 6 de junio de 2012

LOS NORMALITAS


Hace años, cuando estaba en la universidad, tenía un colega que era raro de cojones. Era todo un personaje, perfectamente podía haber salido de la mente desquiciada de un guionista de cine puesto de psicotrópicos hasta las cejas. Reunía en su persona varios elementos que, por sí mismos no eran constitutivos de rareza, todo lo contrario, eran cosas muy normales; hevy metal, tías buenas, cristianismo, Los Chichos, fútbol, prostitutas, ferias, cubatas, homofobia, El Señor de los Anillos… Era una coctelera, con todo aquello metido dentro, agitado y luego vertido bajo la forma del ser humano más mentalmente perturbado de cuantos he tenido el placer de conocer a lo largo de mi corta existencia.
            Había una característica en este individuo que recuerdo que me llamaba poderosamente la atención; su insistente insistencia en afirmar a todas horas lo “normal” que era él en contraposición a lo raro que era otro colega nuestro al que le gustaba mucho el manga japonés, quién, por cierto, era bastante majo. Estaba muy preocupado por la imagen que proyectaba de sí mismo hacia el mundo. Era “normal” y punto. Subirse al banco de un parque, a las dos de la mañana, con un cubata en una mano, un cigarro liado en otra, y destrozar “a sentimiento pelao” una canción de Camela mientras la medalla de oro del “Cristo de Medinaceli” se descuelga por los pliegues de una camisa mal abrochada de estilo Tony Manero es el paradigma de la normalidad porque, para una mente enferma, si cada uno de esos elementos cuenta, por separado, con una cantidad más que aceptable de beneplácito social por parte del españolito medio, su suma aritmética en una escena como la que he descrito antes solo puede contribuir a un mayor índice de normalidad en el conjunto, al menos creo que aquello eran las líneas maestras de la argumentación que se había construido para intentar autoconvencerse. El problema no era lo raro que era, sino el empeño que ponía en ocultarse bajo una fachada de tópicos. Odiaba todo aquello que no entraba dentro de ese mundo estereotípico que se había formado en su cabeza y rechazaba, a veces de forma incluso violenta, lo que no era capaz de encajar en la rueda de ese universo mental de fantasía formado a base de folclore friki. Lo último que supe de él fue que había sufrido un brote psicótico.

No ha sido el único individuo de características, digamos “inusuales”, que he tenido el sublime placer de conocer en mi andadura vital. En este tipo de persona se repetía, como un cliché, el mismo rasgo distintivo; la necesidad compulsiva de afirmar/rechazar la propia/ajena normalidad/anormalidad a cada puto momento. Es la clase de gente que al principio resulta curiosa y al final acaba volviéndose cansina. Nadie en su sano juicio debería tener en cuenta la opinión de estas personas y sin embargo, no sé como, son los que acaban imponiendo su criterio sobre los demás. Tengo una teoría.
            Parte de dos premisas:
· Premisa número uno; el miedo de estas personas a todo aquello que no les gusta de sí mismos se transforma en odio y aversión proyectada hacia el otro. Esto, a su vez, les hace ser extremadamente asertivos a la hora de manifestar pensamientos y opiniones.
· Premisa número dos; la gente es imbécil.
            Me avergüenza reconocerlo pero me ha pasado. A vosotros también, y si no veamos el siguiente caso de manual; El profesor suelta un pregunta en clase cuya respuesta crees conocer. Estás casi segur@. Te quedas callado. Todos se quedan callados. Finalmente el/la más idiota suelta una idiotez. Todos siguen callados. El profesor pregunta si el resto está de acuerdo. Silencio. El/la segund@ más idiota está de acuerdo con el/la primer/a idiota. No podía ser menos. El silencio persiste. Se empiezan a escuchar algunas voces de consenso. La clase se alinea con el/la más idiota. Desesperad@ revisas tu respuesta, comienzas a dudar de tí mism@, si los demás dicen A es imposible que sea B por lo que acabas sumándote y gritando A. El profesor da una última oportunidad ¿estáis seguros de que es A? Nervios. Nadie abre la boca. Ohhh!!! Era B, lo siento, gracias por jugar! El/la primer/a idiota tacha A y pone B, después se gira hacia un compañero y le escupe una pelotilla de papel por el tubo de un boli bic. Tú te sientes hundid@. No es por el fallo, eso es lo de menos, has fallado preguntas similares en otras ocasiones y probablemente volverás a fallarlas en el futuro. Es por el hecho de haber consentido que el idiota te hiciese dudar de tí mism@. El idiota no tiene la culpa, es idiota y nada más, es el miedo a ser linchado por el populacho portador de antorchas el que nos ha vencido.

Os voy a contar un secreto, no se lo digáis a nadie; l@s idiotas son siempre l@s primeros en abrir la boca. Es un impulso, tú te quedas callad@ y el idiota tiene que espetar lo primero que se le pasa por la cabeza. La estupidez es como el alcohol, produce desinhibición. La masa sigue al idiota, eso es otro hecho. Le encandila la simpleza de sus argumentos. La masa dicta las normas acerca de qué es normal y qué no lo es, y aquí es donde surge una curiosa subespecie de adalides de la normalidad; yo les llamo "Normalitas". L@s idiotas y l@s normalitas no tienen por qué coincidir dentro del mismo individuo, aunque sí que es cierto que casi siempre se complementan. Actúan como una especie de tribunal de Inquisición contra raros. Es curioso porque estos normalitas suelen ser tipos raros raros, como el colega del que os he hablado antes, y aun así se imbuyen en una especie de manto gris de mediocridad para ocultarse dentro de la masa atontada. Velan día y noche porque nadie se aparte del camino.
Repito memè; no son necesariamente idiotas, esto debe quedar bien claro para no caer en el grave error de subestimarlos, simplemente son gente disfuncional, con alguna tara mental severa, producto, en la mayoría de los casos que conozco, de graves traumas infantiles. Se odian tanto que son incapaces de soportar su imagen en un espejo y se sumergen en la masa como en un refugio del que extraer su impersonalidad. Se visten de normalidad. Son los amos de las matemáticas, echan cuentas y hacen balance de las modas. Están en la onda, han sabido dar el salto alfabético de David Bisbal a David Guetta, saben en que momento muere Cristiano Ronaldo y nace CR7 (yo tardé casi un año en enterarme). Van con la selección a muerte. Su forma de vestir es neutra, atemporal, no les reconoceréis a diario porque van camuflad@s de ser anodino, solamente los fines de semana, si tienes suerte y te los encuentras borrach@s en alguna despedida de solter@. Son eclécticos en sus gustos y aficiones porque, en realidad, no tienen gustos ni aficiones; cine = blockbusters, literatura = bestsellers (solo ellas, ellos no abren un libro), música = one hit wonders, deportes = por la tele. Y paro aquí porque es imposible aventurarles mayores inquietudes culturales.
Al normalita le gustan las cosas bien hechas. Las de toda la vida. Son tradicionales, familiares, retrógrados. Todo pura fachada. Si te paras a debatir con ellos un par de minutos te darás cuenta de que enseguida se vuelven esperpénticos. Son tus vecinos del tercero, ese matrimonio que sale todas las tardes bien emperifollado para ir al bingo a echar unos cartones. A él le gusta hurgarse los dientes con un palillo, a ella echarse laca en el pelo hasta dejarlo bien cardadito. Llaman "niño" a los camareros y despotrican a grito pelao contra los extranjeros. Parecen gente normal, pero sus ojos les delatan. Su mirada perdida, esos extraños ojos estrábicos. Un día miraron el vacío y este les devolvió la mirada, y ahora están perdidos.
Están por todas partes, son legión. Tus vecin@s, compañer@s, tus maestr@s, tu jefe, la suegra de tu jefe. No puedes huir de ellos.

Ay de aquel que tenga la ocurrencia de desviarse de la media! Son como una versión cine de barrio de los famosos ultracuerpos. Te miran fijamente mientras te señalan con el dedo y abren su boca en forma de O. No soportan la innovación ni el cambio, les da miedo, les produce urticaria y te lo van a hacer saber durante toda tu vida, quieras o no. Con miradas, comentarios, desprecio y, si ven que aun así pasas de ellos, con agresivas alusiones acerca de tu salud mental. Sus frases favoritas son; “tú estás mal de la cabeza” o “te estás quedando conmigo?” (versión pasivo-agresiva de la anterior). Suelen verbalizar abiertamente sus opiniones negativas sobre conductas ajenas y se refieren a este acto como “ir de frente” o “ser sincer@”. Son paranoicos, rozando la psicosis en muchos casos, y suelen pedir explicaciones cuando creen que estás contraviniendo las leyes sacrosantas de la normalidad, de las que son fieros guardianes.

Bueno, pues aquí va otro secreto; La gente Normal no existe. Vuestros padres, abuel@s, jefes, profesores, compañer@s, amig@s, novi@s, o gente que os cruzáis por la calle están, en el fondo, igual de jodidos de la cabeza que vosotros. Si alguien se define a sí mismo como normal es porque es un puto anormal, no os quepa duda! Hay algo monstruoso en el hecho de coartar la originalidad de alguien solo porque se aparta un poco del patrón de corte social que impera en ese momento. Es algo atávico, como si la masa se revolviese en su Inconsciente Colectivo y mandase al cuerpo de policía de la mediocridad; los Normalitas, contra todo aquel que osase subvertir el orden establecido poniéndose dos coletas en lugar de una.

Os lo digo yo, no están bien de la azotea, solo lo aparentan con vehemencia. Qué diferencia existe entre una procesión rociera y un grupo de cosplayers vestidos de tropas imperiales de la Guerra de las Galaxias?... que l@s primer@s se lo creen de verdad, y no solo se lo creen sino que además van a acabar reventados por hacerse treinta kilómetros campo a través con mantilla, vestido de cola y tacones a 40 ºC a la sombra. No creo que eso sea normal, creo que es una memez, pero no soy yo quien fija la media. Los normalitas son quienes dictan las normas, ellos deciden hasta que punto puedes tensar la goma. Hay momentos en los que se relajan, se quitan la máscara y dejan que el resto del mundo disfrute, pero son solo eso, momentos, hitos en el calendario; Nochevieja, Halloween, la boda de la prima Emilia y su despedida de soltera (aquí les puedes identificar, no falla, son las más desfasadas, van sobre-maquilladas y se mueven espásticamente emitiendo una risita histérica que produce desazón a quien la escucha). Si tienes suerte y han bebido lo suficiente podrás escuchar de sus propios labios la prueba inequívoca de su demencia; "es qué estoy mu loc@".

Tengo otra teoría (tengo miles de teorías, en realidad). La gente es infeliz porque es imbécil. Un señor de mediana edad, medio calvo, medio gordo y con problemas de acidez de estómago que se levanta cada día a las seis para encerrarse en un cubículo mal ventilado a hacer sudokus con hojas de Excel, que cuenta los días que faltan para que España juegue la Eurocopa y así poder salir a la calle disfrazado de selección a pegar berridos y aturdir los oídos de sus vecinos con una vuvucela, sería mucho más feliz si pudiese ir a trabajar a diario dando saltitos con pintura de cara amarilla y roja. No lo hace porque sus compañer@s se reirían de él. El normalita (están por todas partes) no lo consentiría, le entraría la risa nerviosa (porque en el fondo admira su valentía) y empezaría una campaña de acoso laboral para burlarse del pobre pringao. Y como el resto del personal de la oficina es imbécil acabaría formando piña para amargar la ocurrencia de nuestro amigo.

La gente quiere ser feliz, quiere poder expresarse y mostrar al mundo como son realmente. Tenemos que sacar a la sociedad del armario. Alabar a esos héroes anónimos que se travisten en los partidos de la selección, que se colocan cachirulos raros en la cabeza cuando llegan las navidades, que se emborrachan en las bodas y enseñan su ropa interior al personal sin ningún tipo de pudor. Señoras mayores que no se acomplejan y bajan a la piscina de su barrio a hacer top-less delante de sus vecinos, o que se tiñen el pelo de azul eléctrico. No quiero ver más insípidos tatuajes de tribales en tobillos y antebrazos, quiero una sirena de grandes pechos ejecutando su sinuoso baile en la panza de un motero.

No consintamos ni un minuto más que los normalitas nos quiten la diversión. En el fondo les hacemos un favor. Son un reflejo distorsionado de la masa. Hacen a los demás lo que creen que los demás les harían a ellos si alguna vez sacasen a relucir su verdadera personalidad. Demostrémosles que no es así, que la gente normal no existe y que cada uno de nosotros esconde dentro un precioso freak. Queremos verles florecer como los seres bizarros y extraños que en el fondo son.

Viva la anormalidad!