domingo, 8 de abril de 2012

EL CULTO A ATIS

Buenos días a todos, espero que estéis disfrutando de estos días de asueto, y de este tiempo maravilloso (para las hortalizas) que el cielo nos regala. Hoy vengo a traeros un documento imprescindible, un relato fascinante, contado, como siempre, sin pelos en la lengua. La misión que hoy me he propuesto es despejar las brumas de la historia para traer hasta el presente uno de aquellos cultos ancestrales, olvidados en tiempos inmemoriales, que el ser humano guarda en el interior de la memoria colectiva, para, por unos minutos, revivir sus misterios, sobrecogernos de pavor ante el poder de lo divino, reverenciar el arcano poder que emana de lo más profundo de nuestro inconsciente.
            Hoy vengo a hablaros del culto a Atis!
(El martirio de Atis)

En primer lugar unos datos biográficos para poner en antecedentes al sobrecogido lector. Atis, nuestro nuevo amigo, era la deidad principal de los antiguos frigios, una raza de griegos muy raros, al estilo de los troyanos,  que en lugar de vivir en el Peloponeso, como dios manda, habitaron la península de Anatolia y vivieron su momento de mayor esplendor entre los siglos VIII y VII a.C. siendo el famoso rey Midas, y su toque mágico, el personaje más popular de estos frigios.
Como todo dios solar que se precie, el bueno de Atis nació, un 25 de diciembre del seno de una virgen, en este caso la diosa Nana/Cibeles. Al parecer la partenogénesis de la diosa fue producida por una almendra que se le cayó en el regazo mientras andaba distraída, y que era, en realidad, uno de los cojones del río Sakarya (al parecer los ríos de Anatolia tienen testículos, ver para creer). Tuvo una azarosa vida, plagada de escarceos amorosos que se quedaron en agua de borrajas porque al parecer era impotente. E incluso llegó a tontear con su propia madre, de la que estaba locamente enamorado. Al final, no se sabe cómo, acabó prometido con la hija del anteriormente mencionado rey Midas (esto empieza a parecerse cada vez más a un culebrón venezolano).
El caso es que el día de su boda, lleno como estaba de tensión sexual irresuelta hacia su madre, y a punto de casarse con una loba que lo quería sólo para él, decidió que lo mejor que podía hacer era cortarse las pelotas. De este modo se sentó debajo de un árbol y con un cuchillito hizo zas!, y se rajó la bolsa escrotal. Una escena muy tierna que sería repetida por sus seguidores, pero me estoy adelantando.

(coribantes)
Esto ocurría durante los equinocciales de primavera de su trigésimo tercer cumpleaños. El pobre Atis no calculó bien, y a consecuencia de su autocastración se acabó desangrando hasta morir. Una auténtica lástima. Para más inri, unos tíos que pasaban por ahí decidieron que lo mejor que podían hacer con el pobre dios moribundo era crucificarlo en aquel árbol.
Tras palmarla, el pobre Atis bajo a los infiernos, lugar en el que permaneció durante tres días enteritos. Entre tanto, Cibeles, arrepentida, se hizo con el cuerpo de su hijo y lo llevó a un sepulcro dentro de una cueva para evitar que el cadáver de su retoño sufriera los males de la putrefacción. La sorpresa debió de ser mayúscula al ver como Atis resucitaba al término del tercer día para ascender a los cielos y pasar a formar parte del panteón de dioses.

El culto a Atis tuvo, como ya he dicho, mucho tirón entre los frigios, no en vano, se trataba de la deidad solar más querida de la época, y desarrolló toda una liturgia que tenía su punto álgido en los denominados festivales de Hilaria, que solían caer sobre el 25 de marzo.
            Durante estos festivales se festejaba la muerte y resurrección de Atis, así como su pasión en el pino. El mentado día 25 de marzo se organizaba una gran procesión en la que los coribantes, una especie de hermandad masculina dedicada a los ritos orgiásticos, y con unas pintas muy raras, cogían un leño enorme de pino, a veces con una figura de Atis atada a él, y lo montaban sobre una especie de plataforma que paseaban en volandas desde que lo sacaban del templo hasta que lo volvían a meter. Los vecinos de los pueblos donde se celebraban estas procesiones solían reunirse alrededor de los coribantes para gritarle cosas bonitas al madero (¡Guapo! ¡Viva er pino de mi arma y la mare que lo parió!).
           Eran frecuentes las muestras públicas de dolor, las flagelaciones y lamentos, e incluso las mutilaciones rituales, como forma de mostrar devoción al bueno de Atis.
            El ritual solía concluir con la castración pública de aquellos que iban a ser ordenados aquel año como nuevos sacerdotes del culto. Al parecer, los miembros de este culto eran todos hombres, y tenían que hacer la promesa de dejar a un lado su virilidad para dedicarse a una vida de servicio y abstinencia carnal. Todo ello quedaba plasmado en el rito de cortarse los huevos.

(casta sacerdotal del culto)
            Tanto éxito tuvo este culto que de Frigia pasó a Grecia y de ahí a Roma, donde vivió sus años de mayor auge durante el reinado del emperador Claudio (41-55 d.C). Por aquellos años la devoción había llegado a tales extremos, y se había convertido en algo tan popular, que los equinocciales de primavera eran dedicados en exclusiva a esta deidad. La festividad de la Hilaria fue institucionalizada por el estado (Diodorus Siculus 3.58.7) y después, de la noche a la mañana desapareció. Nadie se explica cómo pasó aquello. Es un misterio.

Es durante el bajo imperio, cuando el cristianismo se convierte definitivamente en la religión oficial de Roma, el momento en que desaparece definitivamente el culto a Atis. Perdiéndose en las brumas del tiempo. Hoy es un resquicio ancestral que solamente se conserva en mohosos papeles apilados en los sótanos de los museos, un eco del pasado, un recuerdo de una época bárbara en la que el hombre seguía rindiendo culto a los ciclos solares, a la naturaleza ignota y desconocida.

Es bueno ver lo mucho que hemos avanzado como sociedad desde aquellos años.




 P.D.: No he podido encontrar imágenes ni vídeos de la época, así que he tenido que echar mano de lo que había por ahí. Espero que no se note demasiado.




1 comentario:

  1. La verdad es que yo esto de Atis lo sabía pero procuro no tocar el tema porque en centro de depilación nunca les da tiempo a hacerme la lengua.

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