El mineralismo ya
llegó, lo tenemos encima, como bien anunciaba uno de los próceres de nuestra
cultura en aquel famoso programa.
Estos
últimos meses se han venido produciendo toda una serie de catastróficas
sincronicidades; extraños fenómenos atmosféricos y geofísicos, crisis… no, mejor
dicho, depresión económica galopante, profecías mayas, avistamientos de ovnis,
Sálvame Deluxe, elecciones generales, tensión en oriente próximo que, todo parece indicar,
acabará en tollinas a cuatro bandas, esta vez con armamento termonuclear y
fuegos artificiales, iluminatis y anunnakis, el final de los Simpson.
Incertidumbre total y una fecha de referencia; 21 de diciembre de 2012.
De un tiempo a esta parte solía tener una broma recurrente,
y quienes me conocen saben que soy a la par bromista y recurrente (es decir,
muuuy cargante). Cuando alguien me mencionaba su intención de realizar
cualquier plan futuro, a dos años vista, por ejemplo, le soltaba algo del estilo
“bueno, eso será si el mundo no se acaba antes”. La broma no tiene la menor
gracia, la expresión atormentada de mis interlocutores si que la tenía. Al
principio pensé que era algo aislado, pero no tardé en darme cuenta de que a
cada ocasión que repetía la misma broma obtenía la misma respuesta emocional,
en primer lugar una risa nerviosa, después un asentimiento y/o negación y un
intento por desviar la conversación de nuevo hacia aguas más tranquilas. Incredulidad
sazonada con turbación.
Da lo mismo
que el comentario se lo espetase a un catedrático que a una cajera de
Mercadona, la respuesta era siempre la misma. Nerviosismo, resquemor, miedo,
sobre todo mucho de lo último, flotando en una sopa de incertidumbre. Un miedo
subconsciente, irracional. Una sensación como de inexorabilidad, de algo
inevitable, de algo pautado, grabado a fuego en la fría piedra del conocimiento
arcano. Algunos se encogen los hombros y asumen que les ha tocado, otros niegan
con vehemencia, demasiado vehementemente, en mi opinión. Esos son los más
temerosos.
Todos
nosotros, y cuando digo todos me refiero a TODOS, tenemos esa sensación de que
algo se avecina, da igual que se niegue porque va a ocurrir y va a ser algo
gordo. No sabemos qué, pero va a pasar. Algunos reconocemos esa sensación y la
asumimos abiertamente, otros la ocultamos, la negamos o nos burlamos de ella.
Yo era de estos últimos.
Veréis, hasta hace un par de meses el que aquí escribe tenía
a gala considerarse la persona más escéptica del mundo. Creía, y estaba
equivocado pero aún así no dudaba en afirmarlo, que no existía dentro mi psique
un ápice de pensamiento mágico. De hecho solía burlarme con excesiva sorna de
cualquiera que tuviese una creencia no sustentada en hechos empíricos. Un
racionalista cartesiano, así era como me gustaba considerarme. Solía alardear
de estar por encima de todos esos crédulos ignorantes que basan su vida en los
designios de un ser mágico invisible con superpoderes, y que sueltan simplezas
del tipo “la ciencia no ha podido demostrar la no existencia de Dios” a las que
yo respondía con mi contra-argumento “la ciencia no ha podido demostrar la no
existencia del monstruo volador de espaguetti que vive en la galaxia de
Andrómeda”.
No fue
hasta que adquirí esta manía de bromear con la gente sobre el fin del mundo que
no tomé contacto con una realidad superior, que me sobrepasaba y me englobaba
al mismo tiempo. Empecé a cuestionarme mis propias no-creencias, dado el amplio
abanico de personas proveniente de diversos sustratos sociales que mostraban
ese tipo de reacciones.
¿Y si todo fuese cierto?. Esta duda empezó a anidar en mi
interior. Al principio fue un huevecillo de insecto, de ahí pasó a larva,
crisálida y finalmente surgió como una hermosa mariposa New-Age. El
razonamiento que me hice a mi mismo era impecable. Supongamos por un momento
que el fin de los días se aproxima de verdad, si me pilla en modo escéptico estoy jodido.
Todas las religiones, filosofías, corrientes de pensamiento y demás
supercherías son tajantes a este respecto. Solo aquellos que sean conscientes y
sepan discernir la auténtica verdad serán los elegidos para vivir en la nueva y
gloriosa tierra/paraíso/nave espacial. Sale mucho más a cuenta creer. Unos
meses de pensamiento mágico a cambio de una eternidad de divinos placeres. El
esfuerzo no es mucho, en mi opinión, y los beneficios potenciales superan con
creces al pequeño sacrificio de volver a abrir la compuerta de las
gilipuerteces místico-mágicas de mi cerebro durante este breve periodo de
tiempo.
Porque lo
bueno de todas estas creencias es eso, que tienen fecha de caducidad en el
envase. Diciembre de 2012. Si pasada la fecha anunciada compruebo que nada
relevante a ocurrido, salvo algún nuevo recorte del gobierno (que aunque sea
una putada no puede considerarse señal del fin del mundo), solamente tengo que
volver a enfundarme mi manto de escepticismo y racionalidad y volver a mi
habitual e indolente estado del ser. Es maravilloso.
Solamente me queda un problemilla por resolver; ¿en qué debo
creer?. Y es que son tantas las iglesias, sectas, grupos, sociedades,
doctrinas, dogmas, filosofías, teosofías, cosmogonías, y demás formas de
creencias habidas o por haber que no se por cual de todas decantarme. Es como
echar la lotería (y suelo tener mala suerte con los juegos de azar). La única
solución es jugar una múltiple. A partir de ahora me declaro públicamente seguidor
de cualquier doctrina existente. Pueden considerarme católico apostólico
románico, masón, judío, cienciólogo, budista, odinista, adorador de los aviones
de carga estadounidenses de la segunda guerra mundial, o cualquier otra cosa que
se les ocurra. Todo es verdad. Ninguna religión es excluyente de otra,
solamente hay que saber encajar las piezas. Ya lo iré haciendo, no os preocupéis.
Doy la bienvenida a
mi año metafísico!.
Hare
Krishna Hare Krishna Krishna Krishna Hare Hare
Hare Rama Hare Rama Rama Rama Hare Hare, Amén!
Te informo, que en mi club sin doctrina premiamos anualmente a nuestros adeptos por su fidelidad. Además de ladycañero y todo lo que has mencionado hazte seguidor de Goku, lo he visto en facebook y me ha parecido muy sensato.
ResponderEliminarLarga vida a aquel que murió por todos nosotros, bajó a los infiernos y después resucitó para vencer a los malvados superguerreros del planeta Vegeta. Te quiero, Goku!!
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