Qué años tan difíciles son aquellos que adornan nuestra
adolescencia. Empezamos a notar cambios en nuestro cuerpo; nos empieza a salir
pelo donde antes no teníamos, empezamos a fijarnos en l@s chic@s de una forma
en la que antes no nos fijábamos, damos las primeras caladas furtivas a un
cigarrillo, nos levantamos todas las mañanas con esa sensación de escozor y
humedad en la entrepierna y, por supuesto, nuestra mente comienza a delirar en
lo que los expertos en la materia denominan como “fantasías de poder adolescente”.
Las
fantasías de poder adolescente no son solamente una forma que tiene los púberes
de dar rienda suelta a sus deseos reprimidos y afirmarse como individuos frente
a un mundo que les odia y que les teme. Son mucho más. Para el chaval o la chavala
son la forma más rápida y barata de darse un alivio al cuerpo (aunque hoy día,
con internet, este punto puede ser discutible). La principal finalidad de una fantasía
de poder adolescente es facilitar la ejecución del acto onanístico, vamos a
dejar las cosas claras desde el primer momento para que luego no nos llevemos a
engaños. Frustraciones, desahogos, líbidos desenfrenadas, todo mezclado y agitado en un
explosivo cóctel de hormonas da lugar a ese ser horrible que es el adolescente.
La fantasía de poder es el alivio, la válvula de escape de toda esa maquinaria
a presión que impide que el pequeño monstruo reviente por sus costuras y se
esparza por los suelos. Sé que esto ha sido un poco gráfico, lo siento pero yo
no escribo para señoritas, este blog se llama “The Real Cosas” no “the cosas
ñoñas”.
A la hora de fantasear se produce una diferenciación muy
clara entre chicos y chicas. Mi objetivo es diseccionar y analizar cada uno de
los dos modelos, estableciendo paralelismos entre ambos, y mostrar algún caso
práctico como ejemplo. Después procederé a mostrar mis conclusiones (acertadas,
como siempre). Está todo el mundo preparado? Sí? Muy bien, acompañadme pues en
este perturbador viaje por las tenebrosas profundidades del alma adolescente.
Primero ellos. Para los chicos una fantasía de poder
adolescente tiene que cumplir, antes de nada y por encima de todo con su
función, es decir, tiene que servir de catalizador para el acto pajeril. Las
fantasías de poder adolescente masculinas no suelen estar muy elaboradas. Tienen, casi siempre, un guión muy líneal. En primer lugar tomamos el objeto de
deseo del adolescente, que puede ser una vecina, una compañera de clase, una
chica del barrio, una actriz, cantante, top-model, o incluso un personaje de
ficción, llámese princesa Leia, Emma Frost de los X-Men, Buffy la Cazavampiros, la
chica azul de Avatar, Britney Spears, Hanna Montana, la morena y la pelirroja
de Scooby Doo haciéndose un trío, y paro aquí que mi mente empieza a divagar.
Colocamos a dicho objeto de deseo en una situación de mucho mucho peligro,
siendo atacada, por ejemplo, por una banda de ninjas mientras pasea por un
parque. En ese momento hace su aparición el héroe, una versión 2.0 mejorada e
idealizada del joven torrezno. Aquí suele haber casi siempre una escena de
lucha porque, señor@s, las fantasías de poder adolescente masculinas suelen
contener algún tipo de arte marcial dentro de su línea argumental (igualito que
una peli de Jackie Chan), que sirve como vehículo para que el pequeño hombretón
se muestre ante el mundo como el alpha que es. El chico salva a la chica, ésta
se da cuenta de lo ciega que ha estado toda su vida, bla, bla, bla y fundido en
negro. Final feliz para el chaval y unos calzoncillos sucios para la lavadora.
Tenemos,
pues, elementos más que suficientes para dar comienzo a nuestro sucinto
análisis. El adolescente, al que a partir de ahora pasaré a llamar simplemente
“muchachote”, necesita posicionarse, necesita encontrar su lugar en el mundo.
Él siente que es especial. Tiene algún tipo de habilidad o superpoder secreto, y lo mantiene oculto a la vista de los demás. Vive su don en soledad y solamente
una afortunada, una elegida de entre todas las mujeres del mundo mundial, va a conocer su ser
oculto. Eso hará, por supuesto, que caiga rendida a los pies del muchachote tras ser salvada y que acabe abriendo sus pier… su corazón ante semejante
galán.
Ahora vamos con ellas. Da un poco de miedo pero, en esencia,
la fantasía de poder adolescente femenina es la misma que la masculina
contada al revés. En este caso el objeto de deseo es la propia chavala. Ella es
especial, eso debe quedar claro desde el primer momento, aunque a diferencia
del muchachote, la chica, a la me referiré a partir de ahora como la
“princesita”, no exhibe sus dones de manera evidente. No hay superpoderes ni
kárates de la muerte, si acaso algún tipo de actitud mágica. El hecho de ser
especial es un subtexto implícito en el argumento, algo que se presupone. Ella
es especial porque él hace que sea especial. El galán es un elemento muy
importante dentro de las fantasías de poder adolescente femeninas. No es
extraño que haga alarde de algún tipo de don sobrenatural o habilidad molona,
es guapo, romántico, casi etéreo, y de entre todas las petardas que rodean a la
princesita se fija sólo en nuestra heroina. Eso hace que al instante ella sea también
especial, aunque de una forma vaga e imprecisa.
Aquí un
punto a favor del equipo de las chicas, y es que los argumentos suelen estar un
poquito más elaborados; los personajes secundarios están mejor definidos (aunque
siguen siendo estereotipos, no os engañéis), los paisajes están mucho más
currados (el parque debajo de casa puede que esté bien para ellos, pero nuestra
princesita prefiere los bosques nevados de Narnia). A veces incluso se exagera
un poco a la hora de dar cuerpo a las historias y no es raro que muchas de
estas fantasías acaben en boda.
Dentro de
la trama hay cabida para todo, pruebas de amor y fidelidad, sacrificio en bien
del ser querido, locura, lealtad, a veces incluso se inserta también alguna
escena de artes marciales, para dar vidilla a la trama, aunque nuevamente el
salvador es él.
Cómo
podemos observar, la fantasía de poder adolescente femenina es un calco de la
fantasía de poder adolescente masculina pero invirtiendo los roles. O al revés,
la fantasía masculina es un calco de la femenina. No se me ofenda nadie porque
no está en mi intención hacer ningún tipo de discriminación.
Ahora veamos algunos casos prácticos;
Año 1938.
Tras haberse pateado todas las editoriales de publicaciones “Pulp” de Nueva
York, Jerry Siegel y Joe Shuster, dos chicos judíos procedentes de los
suburbios, consiguen colocar, por fín, a su personaje en una nueva revista de
cómic (el término correcto es cómic-book) llamada “Action Comics” que comienza
su andadura ese mismo año. El personaje en cuestión es nada más y nada menos
que “Superman”, un alter ego molón que los dos chavales se habían creado para
vengarse (literariamente) de todos aquellos matones que venían amargando la
existencia a los pobres habitantes de los ghettos neoyorkinos durante la “Gran
Depresión”. El éxito es tan arrollador que da origen a un nuevo género, el
único género nacido dentro del medio de la narrativa gráfica; los superhéroes.
Año 2005.
Tras haberse pateado todas las editoriales de fan-fics para adolescentes,
Sthepenie Meyer, una joven WASP procedente de la middle-class de Arizona,
consigue colocar, por fín, su obra “Crepúsculo”, el primer volumen de una
tetralogía que arrasa en las librerías de medio mundo. Protagonizada por “Bella
Swan” alter ego de la propia autora, la obra será adaptada a la gran pantalla
con enorme éxito, consiguiendo toda una legión de histéricas admiradoras y
llenando las salas de cine, a partes iguales, de bilis y fluidos vaginales.
Son solamente un par de ejemplos de cómo las fantasías de
poder adolescente pueden cambiar el devenir de la historia. Nos consolamos
pensando que son solo eso; fantasías, pero, y sí alguna de ellas hubiese
llegado a materializarse?. Este es el caso del joven japonés conocido como Densha
Otoko (el hombre del tren). La verdad es que a mí las cosas de los otakus me
traen de cabeza. Soy incapaz de comprenderlos y entrar en su mundo y, a la vez,
me resultan tan entrañables y fascinantes!
Pues
resulta que un estudiante de Akihabara, de nombre Yamada Tsuyoshi, el típico
nerd de camisa a cuadros y gafas de culo de baso, pero en versión japonesa, va
montado una buena tarde en un tren camino de su casa. Regresa de hacer sus
cosas, me imagino, en una especie de convención de cachivaches electrónicos en
el barrio de Tokiota, cuando presencia como un borracho en el vagón de metro
intenta sobetear a una jovencita de buen ver. El pequeño pardillo se arma de
valor y consigue ahuyentar al borracho. Tras acompañar a la joven a comisaría
para que ponga la correspondiente denuncia se intercambian los teléfonos y se
despiden. Vuelve a casa y se conecta a internet. En este momento las cosas se
salen de madre. Cuenta la historia que le acaba de ocurrir en un foro de
solteros, y al poco tiempo hay una legión de seguidores que le empieza a dar
consejos sobre como conquistar a la chica. Finalmente se arma de valor y le
pide una cita. Todo degenera en el consabido culebrón romántico y finalmente en
boda.
Esta
historia se hizo tan popular en Japón que durante un tiempo copó los titulares
de la prensa nacional. Se hizo una película, una serie de acción real y varios
especiales televisivos, una serie anime, una sucesión casi infinita de mangas,
parodias, videos musicales. Todo un fenómeno social en el país del sol
naciente.
Amig@s míos, las fantasías de poder adolescente son una
oportunidad de negocio enorme. Si estos casos nos han demostrado algo, es que
este tipo de desviaciones romántico-pajeriles pospúberes dan dinero. La saga de
Crepúsculo triunfa porque apela a los instintos y deseos más primarios de las quinceañeras.
Ataca donde más duele. Coge el esqueleto de una fantasía de poder adolescente
femenina, le pone nombres, crea un entorno romántico y hala, a forrarse de
pasta! Y la fórmula funciona.
Dinero a
mansalvas, eso es lo que ha generado la industria del entretenimiento a base de
explotar la fórmula. Megaproducciones de Hollywood, series de televisión,
cómics, novelas, entradas de blogs. Cualquier medio es bueno para reflejar las
frustraciones de l@s adolescentes a la hora de entablar relaciones sociales con
el sexo opuesto (o con su mismo sexo).
Y seguirá así mientras dure el ser humano porque,
reconozcámoslo, en el fondo nos gusta dejar volar la imaginación y sentirnos
especiales. Conquistar a la hembra o al macho alfa de turno y terminar un duro
día de instituto con una sonrisa, un paquete de clínex usados y un bonito happy
end!
Ay dios mío Flying! A ver si me pongo al día, porque no quiero ni imaginar que se me acumulen 5 años de posts por comentar uno a uno!!! A ver no sé nada de fantasías adolescentes masculinas pero discrepo en esta visión tuya de las femeninas. Primero pensé, a ver Ladycaña, no te apliques el cuento porque es que tú adolescente adolescente ya como que no. Luego pensé, qué coño!!! y Flying de adolescente ya poquito y de chica incluso un poco menos! Entonces hice un intento por recordar como eran mis fantasías de poder adolescente y estoy segura de que incluían que el XY quedara inmediatamente subyugado por algún superpoder oculto (sí que es verdad que nada relacionado con la fuerza física... tal vez un talento musical o artístico, la capacidad dialéctica... la destreza para fabricar flores con lazos de raso... qué se yo) mucho más que por la necesidad o el deseo de ser salvada. No sé si esto es sólo cosa mía, creo que no. Deberías saber, porque Sabina lo ha repetido hasta la saciedad, que las niñas ya no quieren ser princesas. Y es una pena, creéme. Esa fragilidad resultada muy adaptativa. De esta otra forma, no veas lo chungo que es reproducirse.
ResponderEliminar